domingo, 12 de diciembre de 2010

Quién soy, de dónde vengo y adónde voy.

Nací un veintisiete de julio de mil novecientos noventa y dos. Espectativas paternas: supongo que altas.
Me imagino que todo el mundo soñaría con una pequeña Carlota vestida de abogada, de médico, de psicóloga o vestida con cualquier traje hecho a base de purpurina de hipótesis.
Carlota iba a ser una niña normal, tal vez destacase en algunas cosas. No jugaría a ningun deporte en primaria, pero iría a clases de inglés y seguramente tocaría algún instrumento. Estudiaría a curso por año, siempre teniendo muy buenos amigos y sabiendo compaginar vida estudiantil y social. Llegaría el bachillerato, donde abriría un cauce que más tarde desembocaría en el mar del campus universitario.
Años más adelante Carlota encontraría un trabajo de lo suyo, probablemente de periodista, y llevaría un sueldo a casa, que sumado al de su pareja daría de comer a sus hijos, muy bien vestidos y por supuesto mejor aún educados.
Luego sería abuela y felizmente infeliz junto a su arrugado marido. Verá morir a sus padres y, por qué no, a sus hermanos mayores. Es ley de vida.
Morirá orgullosa del camino forjado a lo largo de su vida, comentando algún que otro traspiés con su compañero de viaje, que tarde o temprano, antes o después que ella, acabará del mismo modo.
Un día acostadita en su cama, viuda, con tres hijos y cinco nietos, Carlota dejaría de respirar al tiempo que concluye de firmar el testamento que en esos momentos de agonía sus hijos le han colocado entre sus ancianas manos. Así concluiría su vida, abriendo paso a nuevas generaciones.
Pero Carlota aún no ha alcanzado la mayoría de edad y ya está cansada. Carlota no quiere jugar a ser mayor, no quiere ir a curso por año, no quiere ser ejemplar, no quiere vestir bien, no quiere casarse ni tener un portarretraros en el salón con los trece miembros de su convencional familia.
Carlota prefiere soñar.
Carlota prefiere sobrevolar la vida, viendo cada uno de los caminos que ésta le ofrece. Quiere nadar las montañas y escalar la mar.
Ella busca la felicidad donde aún nadie ha buscado, quiere enamorarse hoy y mañana, de tí y de tí.
Quiere hacer a sus hijos con barro y un poco de pólvora, haciéndolos naturales y explosivos, siempre sonrientes.
Carlota sólo quiere bailar la música que hacen las gotas de lluvia al golpear la hierba que la rodea.
No quiere crecer, sólo quiere evolucionar dentro de sí. Quiere ser grande y pequeña, extrovertida y cerrada, misteriosa y abierta, feliz al tiempo que perezosa, dispuesta e irracional. Quiere razonar ideas inventadas pero coherentes. Carlota... Quiere lograr la imposibilidad de escribir un manual de conducta, no quiere ser descrita, sólo ser auténticamente indefinible.
Nadie podrá saber como es, porque lo que mostrará hoy... Mañana será historia.
Carlota tiene diecisiete años y ninguno cuando ella quiere.
No celebra promiscuidad. El amor la visita hoy, disfruta de ello y se enamora como nunca, pero nunca será teatro, sólo un juego. Amores eternos que se alternan y enfrentan. Al día puede desenamorarse para conocer otra historia nueva, aprender de ella, enamorarse más que jamás de nuevo, ni más ni menos; en misma escala de distinta forma. Volverá el primer amor, y el segundo, se cruzarán, danzará con ellos... Y luego quizás volará.
Carlota es infinita en el profundo corazón de quienes rozan su existencia. No deja huella, se queda ella entera.
Es inmortal y capaz de fabricar sonrisas que nunca utilizará para el uso propio.
Carlota llora y no sabe por qué. Camina entre abismos desconocidos y llamativos al mismo tiempo. Es puro impulso y no le importa, Carlota no tiene ni pies ni cabeza.
Carlota es una historia, es un juego, es un sueño, es una comida, es un recuerdo, es un olor, es una música, es una sensación, un sentimiento, una sonrisa, un tintineo...
Flores por la mañana escalando árboles mirando música, libertad autobuses rojos, luces aletea mientras perros sonrien. Canales arriba sombrero educado que ¡Ay! coches antiguos por colores, torpe destino y difuminado, por cierto! Buenas noches, Audrey. Almohadas simpáticas contra hadas impertinentes.
¡Calla! Está soñando...
.
(02/06/10)

No hay comentarios:

Publicar un comentario