domingo, 12 de diciembre de 2010

Encuentro: Parte II; Las mejores memorias.

... Y los dos nos fundimos en un beso.
Apasionado y dulce al mismo tiempo. Saboreábamos los labios del otro, muy suavemente, sonriendo al compás del sonido de nuestras manos acariciando nuestros cuerpos.
No se sabe ni cómo ni en cuanto tiempo, pero fuimos arrastrándonos por las amoquetadas paredes del hotel, debimos subir por las escaleras (recuerdo que llegué agotada).
Nos saltamos el protocolo, las formas y el orden de la situación. De hecho, yo llegué a la habitación sin camiseta, con emoción y una pizca de nervios.
Torpemente abrimos, entre besos y abrazos, la puerta del que sería nuestro hogar por una noche.
Mi pelo entorpecía el ansia con el que nos comiamos el uno al otro, pero creo que éso le daba un toque más sexual. La ropa volaba por los aires, la interior ni sé que fue de ella... Pero no la eché en falta.
Había música en mi cabeza, música que jamás conocerá nadie que no estuviera esa noche en esa habitación, porque juro que te la cantaba con besos y suspiros.
Tan sólo la luz de los relámpagos y las farolas parpadeantes por la lluvia iluminaba nuestras siluetas mojadas y desnudas. Los dos, desprotegidos y arropados al mismo tiempo uniendo cada milímetro de nuestro cuerpo.
Por un momento dejé de distinguir cual era mi piel y cual la tuya, y no sentí de tan cerca la magia en mi vida.
Me perdí, te perdiste...
Y una explosión nos encontró. Parecía como si se acabase el mundo ahí, o como si volviéramos a nacer.
(¡Que no amanezca, que no amanezca!)


(15/02/10)

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