jueves, 24 de noviembre de 2011

Tatuajes sin tinta.



Estaba sentada y me divertía con el traqueteo del vagón cuando algo llamó mi atención.

Mis ojos se fijaron como si de una brújula se tratase.
No podía creer lo que estaba viendo, ni tampoco podía creer que llegase a fascinarme algo tan cotidiano.
Aunque lo intentaba mi mirada no se apartaba de él. ¿Qué tenía, qué era?

Me puse a analizarlo... Era una imagen tan agradable a la vista.
Comencé a sentirme en calma, algo hacía que mi cerebro recibiese la orden de ser feliz.
Cuanto más lo miraba más paz me transmitía.
Yo, involuntariamente, esbocé una sonrisa. Tonta, inocente, despreocupada.
Mi corazón empezó a latir con una regularidad dulce y tranquila, y una voz interior me decía "tranquila, respira... Todo está bien."

Era un anciano octogenario, aparentemente como todos, arrugado y delicado.
Y sin embargo era el ser más bello que había visto jamás.

Estaba de pie, aunque había asientos desocupados. Sonreía, aunque nadie le estaba contando nada gracioso. Sus ojos tenían más vida que cualquier niño de ocho años.
Poco a poco lo fui descifrando y, de repente, di con el motivo de mi admiración.

¡Las arrugas! Eran como un mapa de su vida. Tenía arrugas en la frente, pero no eran de fruncir el ceño, sino de arquear las cejas.
 Entonces, me pregunté: ¿Cuántas veces le habrán sorprendido, cuánta ilusión habrá habido en su vida para que a los seguramente ochenta y pico años quede grabado en su frente?

Se giró, y vi esa graciosa molla que se les forma en la nuca a los señores mayores algo rellenitos.
Tenía una arruga prominente que marcaba perfectamente dónde empezaba el cuello de la camisa.
Y me pregunté: ¿Cuántas veces se habrá parado a mirar las estrellas, cuántas noches habrá pasado imaginando qué esconde el cielo para que su cuello haya podido adoptar esa forma?

Tenía la mirada perdida, miraba por la ventana, y sin motivo aparente agudizó unos grados su sonrisa. Me fijé en sus mofletes, algo desgastados, y en la frontera que formaban esas arrugas que parecen encerrar la zona del bigote, uniendo la nariz con la boca.
Eran tan pronunciadas que no pude evitar preguntarme: ¿Cuántas veces habrá sonreido sin motivo, cuántas sonrisas habrá regalado al pararse a pensar en los detalles más insignificantes de la vida?

Y ahí, donde acaban los ojos empezaban unas arrugas que formaban el dibujo más hermoso que se haya creado. Medio sol adornaba el rabillo de sus ojos. Eran sin duda las arrugas más pronunciadas de su cara, parecían líneas de palabras que contaban cada carcajada que había soltado a lo largo de su vida.

Pensé: Seguramente este hombre haya sufrido como cualquier otra persona. Tendrá miles de dolores que recordar y llevar encima después de tantos años, pero en cambio ha preferido tatuarse sin tinta sorpresas, estrellas, pequeñas alegrías e inumerables carcajadas.

Finalmente, llegaba a mi destino haciéndome una última pregunta: ¿Realmente somos capaces de seleccionar las cosas con las que queremos llegar hasta el final? ¿Es posible llegar a esa edad con una luz tan potente en los ojos? ¿Cabe la posibilidad de que cuando yo tenga ochenta años pueda transmitirle a un joven lo que este hombre me está transmitiendo a mi?
Si es así, el sentido de la vida debe ser éste: Vivir para comprender que hacerlo merece la pena.

El tranvía se detuvo. Le miré, y él me estaba mirando, creo que se dio cuenta de que había escuchado atentamente todo lo que él no me había dicho. Y, aunque me intimidó algo el contacto visual, aproveché a decirle como pude con una mirada y una leve sonrisa mis más sinceras "gracias, y buen viaje".



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4 comentarios:

  1. Muy bueno Carlota, el mejor de los que has hecho, creo.
    Ya era hora de dejar de lado tanto estilo amoroso ;)

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  2. Gracias, Baloo.
    Últimamente si que estaba un poco pastelona, pero es según viene la inspiración.
    La verdad es que estoy contenta con éste.
    Me alegra que te guste! :)

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  3. ¿Realmente somos capaces de seleccionar las cosas con las que queremos llegar hasta el final?
    Una gran pregunta.
    Felicidades por esta estupenda entrada.
    Saludos
    Antonio

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  4. Maravilloso Carlota

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