sábado, 19 de noviembre de 2011

El concierto.



Salieron de uno en uno, en fila, perfectamente ordenados y confusamente relajados.
El primero se colocó en el centro, mano izquierda en mástil. El segundo se sentó, piernas abiertas y empuñando baquetas. El tercero, al otro lado, se sentó tras la barra del bar de las teclas que visten color pingüino.

Cinco filas de asientos llenos, incluso los que no tenían ocupante:

“Un, dos, un, dos, tres, ah.”

Y la música comenzó a sonar.

Manadas de miradas se perdieron en ese escenario, y es que el tiempo allí abajo no pasaba. Los minutos pasaron a ser compases, y los segundos a llamarse notas.

Cada golpe de bajo sincronizaba las sístoles de todos los oyentes de la sala.
Las escobillas sustituyeron la respiración de los que fijaban su atención en ellas.
Cada tecla sonante era un suspiro más del alma de aquellos para los que fuesen audibles.

Se miraban, sonreían, fluían. Nadie era capaz de ver dónde acababan los dedos del músico y comenzaba su instrumento.
El escenario era una pincelada ilimitada, todo estaba conectado. Todo, absolutamente todo formaba una corriente eléctrica imaginaria que hacía vibrar cada rincón del lugar.

Cuentan que ningunas paredes fueron antes testigos de tantas miradas brillantes a un mismo tiempo, en una misma habitación. Lágrimas de admiración asomaban por los ojos de cada rostro, aplaudiendo tímidamente desde el acolchado lacrimal.

Las sonrisas, desde los palcos de abajo no dejaban de agradecer semejante espectáculo mostrando cada uno de los dientes asistentes al concierto.
Los cinco sentidos asistieron personalmente, sólo a contemplar esa nueva magia:

B de Batería, de Brutalidad, de Brillantez. P de Piano, de Pulcritud, de Perfección.
T de conTrabajo, de Talento, de Triunfo.

Con todo el trabajo cargado a sus bemoladas espaldas, el concierto estaba siendo como una fuente de elixir de satisfacción eterna. Tanto los tres como cada persona que había allí podían sentir de qué manera la música era capaz de poseer, de hipnotizar, de embrujar.

Esa noche, hicieron de la magia de la música millones virutas materiales que podían contemplarse en el aire.

Los genios del jazz los llamaron, o así los recuerdo.



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“Con T de Tato. Enhorabuena por cada paso que das, gracias por tu ejemplo.”

1 comentario:

  1. Hola Charlotte: Es la crónica más emotiva que hemos leido nunca; eres la cuarta del cuarteto, y tu 'canción'final cierra ahora el concierto.

    Un beso, sigue con tu 'música', y hasta siempre.
    CarmenyAlberto.

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