lunes, 9 de julio de 2012

El límite.



¿Dónde está el límite?
¿Cuando hay que dejar de remar al comprender un destino inalcanzable?
Nadie nos lo dijo nunca.
Nos enseñaron a limpiarnos con la servilleta antes y después de beber agua durante las comidas, o a taparnos la boca al bostezar.
Pero ¿qué hay de esas dudas internas que se nos plantean en el momento más inesperado?

El otro día, como en otras muchas ocasiones me encontraba muy dentro de mí, montada en el autobús, consultándome cosas e imaginando paralelas alternativas.
No recuerdo qué canción sonaba en mis cascos, pero sí sé que era una de esas que te pinchan de una manera profunda, ablandándote el lagrimal.

Tenía un cúmulo de cosas en mi mente, dando vueltas y sacudiéndome como si no tuvieran nada mejor que hacer. Al tener práctica en esto de las batidoras mentales, apoyo gran parte de mi carga en alguien en quien suelo pensar para sentirme mejor, y no tan sola. Y al hablarle sin decir nada, me preguntaba lo siguiente; ¿hasta qué punto he de castigarme por cosas de las que sé que no tengo culpa? ¿Por qué me tengo que preocupar de asuntos que no están en mi mano? ¿Por qué hay que tener ese sentimiento de remordimiento constante, como si fuese una penitencia?

Y me di cuenta, sin que nadie me contestase, de que el límite está en mí. Quiero decir, en ti. Quiero decir, cada uno.
No podemos evitar que nos pasen cosas. Es decir, nuestras vidas están llenas de gente que interviene en ellas, y cada una de esas personas actúa como un individuo diferente, afectándote de una manera u otra.
Con ésto quiero llegar a que no todas las decisiones que se toman en tu vida dependen de ti. Ahora, eres tú el que decide qué importancia darles.

Personalmente, tampoco veo justo hacer desprecio a nadie. Simplemente, si alguien decide no apreciarte a ti o ponértelo difícil para que tú lo hagas... Comprende que el problema no lo tienes tú. Y por ello, no debes castigarte.

Tú eres grandioso como eres.



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario