martes, 25 de enero de 2011

Sólo quería dormir.



Cuando él bajó las escaleras a la calle vio algo que no frecuentaba otras mañanas.
Ahí estaba ella, sentada en la parada del autobús, tan a penas tapada con una chaqueta de ganchillo.
Desconcertado se paró unos segundos frente a ella, a unos metros de distancia.
La calle estaba congelada, pero ella ni se inmutaba. Ella le observaba con los ojos muy abiertos, con un gesto asustadizo, lo que hizo que él dejase su estado de sorpresa y se acercase hasta ella.

-... Qué... ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has venido?
-...

Se hizo un silencio.

Ella se echó a llorar, él la abrazó.
Ella se sentía desnuda, él la arropó.
Ella se veía perdida, él la encontró.
Ella se notaba vacía, él la llenó.

Y el abrazo duró minutos. Poco a poco, se iban balanceando, de lado a lado, poniéndole ritmo al consuelo, música al cariño y ningún sonido a la mañana.
Sin ninguna explicación, se vieron solos en mitad de la calle bailando, entre una mezcla de vaho y amanecer.

-Anda... Subamos a casa.

La cogió rodeándola con sus brazos para darle calor y la subió a casa. Sin mediar palabra, ella se dirigió al dormitorio y se tumbó sobre la cama.
Él, dulcemente, le preparó un chocolate caliente; que a ella le encantaba. Se lo llevó con todo el amor que un hombre puede albergar, pero la encontró dormida, completamente absorta en el sueño más profundo que nadie pudiera observar.

Sonrió, la besó en la frente y susurró con un tono entrañable mientras la arropaba:

-... ¡Sólo quería dormir!...

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